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Richard Brautigan | Un General Confederado de Big Sur

David Moran?

Ocurre, en ocasiones, que uno se zambulle en un libro sin saber muy bien adónde va a ir a parar. No hay guías, ni brújula ni mucho menos migajas de pan que le ayuden a uno a encontrar el camino. Y ocurre, también en ocasiones, que aparecen autores especialmente hábiles a la hora de escatimar argumentos y empujar al lector hasta conducirlo al borde del precipicio. Si han llegado hasta aquí sin despeñarse, sabrán que Richard Brautigan (1935-1984), sobre todo el Brautigan bigotudo y prehippy de La pesca de la trucha en América (1967), era especialmente hábil a la hora de transformar sus libros en atropellados relatos que lo mismo se interpretaban como parodias de En la carretera de Jack Kerouac¡Kerouac? que eran recibidos como soplos de bendita locura.

Aparcando por un momento ese descontrol cósmico y siguiendo el orden en que Blackie Books ha empezado a construir su Biblioteca Brautigan, si La pesca de la trucha en América fue el primer escalón, Un general confederado de Big Sur es el rellano donde quedarse a vivir una temporada siempre que uno sea capaz de vivir y carcajearse sin parar a la vez.

Porque, más allá de la comicidad absoluta, el primer libro que publicó el de Tacoma – apareció en 1964, tres años antes de La pesca de la trucha en América – es también el que mejor condensa el Santo Catecismo Brautiganiano. Esto es: humor de colocón mariano, frases cortas y afiladas, estrafalarias metáforas completamente tronchantes, situaciones disparatadas que poco o nada tienen que ver con el ejército confederado y, sobre todo, personajes memorables. En este caso, el foco sigue inquieto y nervioso a Jesse, el narrador, y Lee Mellon, el presunto descendiente de un general del Ejército Confederado del Sur, mientras guían la narración a trompicones entre borracheras, disparatadas tácticas de asalto, maletines repletos de dólares y secundarios aún más disparatados. De hecho, aquí no importa tanto la trama como la sucesión de momentos desternillantes y dementes, algo de lo que, sin duda, Brautigan sabía un rato.

Rockdelux? 292
Febrero 2011
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